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sábado, 23 de mayo de 2015

Crisis y Florecimiento: ¿Dónde situamos nuestra esperanza?

                                                                                                                               julio, 2013
Noticias desde el Centro del Universo (Navaluenga, Ávila)
   


Crisis y Florecimiento: ¿Dónde situamos nuestra esperanza?

                                                                                                  “Tanto más cuando la esperanza concreta    no cesa ante los fracasos, antes bien de un modo pertinaz,…., apuesta del todo a lo hasta ahora negado”. (Ernst Bloch “¿Puede frustrarse la esperanza?”)




“Este año he vendido más basura (estiércol) que nunca, ¡será por la crisis!”, me dijo Miguel, el dueño del bar Gredos, mientras bajaba con su tractor desde  “El Barranco”, donde se encuentran las huertas altas del pueblo. Todos los años, por el mes de febrero, cuando muchos vecinos comienzan a preparar sus huertas para los meses venideros, -algunos ya comienzan en marzo con las patatas y algunas legumbres- , Miguel realiza estas “changas” para sumarle algunas pesetas a sus ingresos habituales.
“Ah!, y no te preocupes por la “seca”, ¡ya sabes chaval, al labrador malo patata gorda!”, y sin dejarme tiempo para la replica, “aunque esos cepellones tan grandes que tienes, más que para enterrar patatas, parecen hechos para algún faraón”, me remata al pasar, con su chunga habitual.
Como era  mediodía, y  tenía prisa por acabar con sus descargas,  cuando quise darme cuenta, hombre, tractor y acoplado ya estaban doblando por el camino que enfila hacia el puente romano, y luego se mete en el pueblo. Me quedé con un atasco de preguntas en la boca, y con muchas ganas de satisfacerlas: “Será que las cosas están cambiando y “gracias” a la crisis se está forjando un retorno a la tierra por parte de algunas personas,   que de a poco vuelven a valorar la “riqueza” de consumir alimentos sanos y económicos, y ser un poco más autosuficientes, y….,  etc, etc.”.
Era uno de esos días vibrantes y llenos de luz,  una  “aparición” primaveral que a veces nos sorprende con la coraza del invierno todavía puesta, y que tras la aturullada sorpresa inicial, nos regala con su embriagadora energía. Quizás fue por ello, que mientras continuaba el descenso con mi bici, me embargaba una esperanza nueva, abierta y, ¡ay!,  un tanto bobalicona.

Cuando  nuestra  esperanza no acostumbra a “rasparse” con la realidad, o, como diría Bloch, no está mediada por la misma,  la construimos sólo con nuestros deseos y se descubre como fácilmente frustrable. En las ocasiones- cada vez menos espaciadas-, en que se produce una crisis dentro del modelo dominante,  algunos ciframos nuestra esperanza de cambio, en unos acontecimientos que se deberían manifestar a partir de la emergencia misma de la crisis, -como si se tratase de un “efecto dominó”-, y en cuya “mecánica” no podemos influir.
A ello contribuyen algunos profetas o gurús sobrevenidos, cuando venden sus esperanzas con “caducidad programada”*- lineales, huecas y sin fundamento-, y de un efecto desmovilizador asegurado. Una esperanza honestamente asumida, tiene que  apoyarse sobre una conducta y un compromiso sostenido en el tiempo, que  no debe caer nunca en una ansiedad, ni en unas  simplificaciones,  que son más propias de la doctrina que informa al modelo actual- autorregulación del mercado, el egoísmo virtuoso, la tecnología “providencial”,el efecto goteo, o la mano invisible- sino que debe estar alerta a las señales que puedan modificar, enriquecer o cuestionar alguno de los instrumentos que utilizamos en pos de alcanzarla.*
Por suerte, los recuerdos que tenemos los argentinos sobre algunas crisis y sus postreros florecimientos- ¿Cuantas Margaritas que en la primera esquina, se doblaron en una fulera Margot”-, vino a rescatarme de mi cándido optimismo. Decidí que al día siguiente bajaría a la plaza y me tomaría un “chato”-vino en vaso corto- en el bar de mi amigo, mientras le gastaba algunas preguntas.

“Vamos a ver, algunos son jubilados que tenían la huerta abandonada, pero como sus hijos viven en Madrid y están en el paro, con lo que sacan les ayudan con la comida, otros son gente del pueblo que lo está pasando mal y con esto, los miércoles, se ahorran unas cuantas pesetas en la compra  del mercadillo, y hay alguno que se vino de Madrid por que no puede pagar la hipoteca y aquí tiene la casa…, y también hay gente como tú, que viene de fuera y le gusta lo de la huerta.
Así que salvo ¡los foráneos¡ - me mira y se ríe-, como que la cosa arranque un poco, y vuelva la alegría a los bolsillos, muchos vuelven a dejar el azadón en el trastero”.

Le comento que durante la crisis del 2001, surgieron algunas iniciativas novedosas y creativas, que generaron unas renovadas esperanzas en mucha gente, y que si bien bastantes se vieron frustradas, también fue el momento en el que algunas personas se sumaron a movimientos como el que representa el GRR.  En fin, que cada crisis dibuja sus propios laberintos, y que la que estamos viviendo en el sur de Europa, nos obligará a transitar por caminos donde la ecología política tiene su oportunidad para plantear unas alternativas, cuyo alcance todavía no es mensurable.

Ahora bien, lo que si he notado en mi pueblo-Navaluenga-, y en otros de la zona, es la llegada de personas provenientes de la ciudad, que en algunos casos, y “solo en algunos casos”,  vienen a engrosar las filas de los así llamados “neorrurales”. Incluso en una zona cercana-“El Tietar”-, algunos están agrupados en torno al “15M”, y en el mes de diciembre pasado, realizaron un encuentro de cinco días, muy bien organizado, con múltiples talleres, mesas redondas y asambleas, donde participó mucha gente y se trataron diferentes temas referidos a cuestiones rurales y ambientales.
En fin, tendremos que esperar a que baje la marea, para ver que ha quedado sobre la arena.

El otro día, Karol Minta, un amigo polaco, me dijo: “Cuando llegué a mi pueblo – Hoyo de Pinares-, y comencé con la huerta, la gente me miraba con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Luego, cuando vieron que las plantas crecían bien, y eso que pensaban eran arbolitos,  resultaron ser unas sabrosas berzas rizadas, que los bancales funcionaban…, algunos comenzaron a acercarse de a poco”. No debemos desdeñar la influencia que estas buenas gentes, tienen en los pueblos en los que se establecen.
Cuando salía del bar, Miguel me dijo: “Es que este año la sequía es doble chaval, no llueven ni gotas ni monedas”.

Por el cielo se desplazaban unas parsimoniosas y  deslavazadas  nubes, que parecían burlarse de este pobre hortelano, y prolongar la espera de algo, que cada día  parecía más irreal.
Al rato, cuando subía con un cansino pedaleo hacia la huerta,  bastante tenía con engañar a mis piernas, o pensar en  mis sedientas patatas. En ese momento, y a pesar del bueno de Bloch, sólo tenía una cristiana y descansada esperanza:

“¡Ya lloverá¡ ¡Ya lloverá¡ ”.

Gonzalo Quiroga/Navaluenga/Ávila.

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