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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Reputación y vergüenza -Dedicado a nuestro primer lector-.



Probablemente era un partido re-programado, y nos había tocado la "china".

Ateridos por el frío, surgíamos de la densa niebla, como una espectral pandilla de condenados, que todavía se negaban a aceptar su destino.

Quince mamotretos legañosos, imberbes , todavía "sin terminar" y que solo deseaban regresar a sus calentitas y mullidas camas, plantados en medio de un terreno desolador, y disfrazados con la indumentaria oficial del club.

Una sensación de irrealidad nos envolvía, era como si dentro de unos minutos, no tuviésemos que disputar un partido contra esos "paquetes" de G.E.B.A- "Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires"- en el segundo campo auxiliar, en ese patatal donde a duras penas resistía una escarchada mota de césped -un islote resignado a su próxima y segura desaparición-  ¡¡ jugar en "La Lija"!!, no, eso no podía estar sucediendo, y mucho menos cuando a las doce teníamos que jugar contra nuestro "odiado"- en realidad, admirado y temido- rival de siempre. .

Teníamos mucho más miedo de "rasparnos" con ese suelo duro, que a placar al grandote del equipo rival, pues cuando tienes el cuerpo entumecido por el frío, todos los golpes duelen mucho más.

Pero cuando el partido comenzó, como es normal, todo fue cambiando, ya dejamos de pensar en el frío y en la dureza del suelo, y a medida que el cuerpo se iba  calentando,y  nos íbamos embotando- "animalizando"- ya no sentíamos los golpes y  los estériles devaneos previos quedaron en el olvido.

Por otra parte, era la primera vez que me venía a ver mi padre, y más que la ilusión por esta circunstancia, me movilizaba un sombrío orgullo personal.

En una de las primeras jugadas, y tras una montonera- apilamiento de jugadores sin mucho orden ni concierto-, "El Gordo Goldaracena", que con diferencia era el jugador más maduro y con más clase del equipo, me deja un balón limpio, para que corra por el lado ""ciego-donde hay menos jugadores para defender- entre el ala y el wing del equipo contrario.

Corro sin oposición los veinte metros que me separan del del in-goal - el arco del rugby- rival, y al llegar a él realizo la acción más vergonzosa que podía acometer.

En vez de apoyar el balón sin más, me detengo bajo la H del in goal, elevo el balón sobre mi cabeza, y lo voy bajando con una  lentitud exasperante y provocadora, hasta terminar de apoyarlo en el suelo.

Supongo que lo de mi padre tendría algo que ver-ese sombrío orgullo-, pero todavía hoy puedo sentir la "vergüenza" que me inundó, luego de esa acción miserable.

Había roto con todos los códigos de honor, que, "se supone", un juego de "caballeros" como el rugby lleva aparejados, me había burlado de un rival más débil, y que para más "inri", nos visitaba en nuestra casa.

Inmediatamente, y ante el desconcierto del árbitro- ¿como se sanciona una acción así?-, el entrenador, que por diversos motivos me apreciaba-yo no faltaba ni a un solo entrenamiento, me esforzaba, etc-,decidió reemplazarme por otro compañero.

Me estaba protegiendo de la segura y merecida paliza que a la primera ocasión-la primera montonera-, me propinarían los jugadores del equipo rival.


(Continuará).


Gonzalo.






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