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viernes, 26 de febrero de 2016

¡PAN Y VINO PARA LOS QUE PRODUCEN EL PAN Y EL VINO!



Este sencillo verso de Gloria Fuertes resume la compleja reivindicación todavía incumplida del campesinado pobre y sirve para explicar la causa estructural de mi fracaso pastoril. Fracaso que quisiera indagar hoy aquí para desahogo de mi frustración y por si sirviera a otras personas que estén acariciando la idea (porque sin duda es una idea que merece mucho ser acariciada) de dedicarse al pastoreo.

La primera y principal causa de mi quiebra es el no haber conseguido hacer un grupo, la tarea compleja de ocuparse de un rebaño los 365 días del año sólo es soportable a largo plazo si se comparte entre varios pares de manos.
Pero más allá de esta cuestión que remite a errores personales que no voy a aventar acá tengo que reconocer que las circunstancias no han hecho más que complicarme la tarea en toda esta década que he dedicado a las ovejas. 

Como sería prolijo explicarlas todas me voy a limitar a enumerar a todos los que se han dedicado a ponerme palos en las ruedas:

La mal llamada globalización, la OMC (organización mundial del comercio) y el control cada vez mayor del mercado alimentario por parte de unas pocas empresas que provoca el hundimiento de los precios en origen, de modo que se está produciendo por debajo de los costes de producción. 



 Por supuesto todo ese entramado burocrático que desde Bruselas a Mérida, desde la PAC al CAP (coeficiente de aplicabilidad de pastos), desde Cañete y Tejerina a Carmen Lavado o Begoña..., convierte la vida ya de sí difícil del cuidador de rebaños en un laberinto de papeleo y burocracia que NO GARANTIZA LA SALUBRIDAD DEL séctor cárnico y lechero pero desmoraliza a las pequeñas productoras. 

Los propietarios de la montaña que me acoge, herederos de los listillos que se apropiaron de ella con la maldita desamortización de Mendizábal y que en base a ello dicen tener derecho a cobrar por los pastos otrora comunales, y también los propietarios del minifundio que riegan con herbicida sus terrenos sin vallar por donde transcurren las vías pecuarias que han de transitar los ganados (he visto cosas que no creeríais como un vaquero envenenando con glifosato una vía pecuaria). 

Los que encementan, asfaltan, vallan y ocupan las vías pecuarias. Los cazadores y sus perros perdidos y abandonados, los dueños de perros mal educados, los de las motos "de campo" y quad... todos contribuyen a estresar a los animales y a sus cuidadores, y qué decir de la proverbial insolidaridad y competencia entre ganaderos?, es verdad que hay una minoría de compañeros de profesión que fieles a esa máxima pastoril de "que el sol sale para todo el mundo" me ha apoyado siempre, y también los hay que no han interferido pero tengo que recordar aquí a los miserables que han procurado desde un principio boicotearme e impedirme pastar en "su" pueblo, a quienes por cierto se sumó con gran entusiasmo la anterior corporación que dominó el ayuntamiento de mi pueblo hasta el pasado 20 de mayo . Y no sería justo olvidar al sector de veterinaria que sin duda contiene personas amantes de los animales y grandes profesionales pero que para desgracia de todos contiene también verdaderos sacacuartos al servicio de la mafia farmacéutica que no saben ni sacrificar bien (y esto último no es una exageración, también lo he visto).

A toda esta banda les deseo la mitad de las horas de insomnio que me han provocado!!! 

Por contra hay que dar las gracias también a mucha gente: a las personas que me ayudaron a trasladar las ovejas (trasterminancia) por las complejas rutas del minifundio cacereño, a las que me ayudaron a sanear, a limpiar el establo, a darlas de comer, a las personas que me dejaron fincas a sabiendas de que nos hacíamos un favor mútuo, a las que me compraron corderas y corderos vivos para extender la raza, a las que me compraron carne (special thanks al Berenjenal) , a las vecinas y vecinos que tuvieron que soportar los asaltos de mis ingobernables ovejas. 

Especial agradecimiento les debo a las dos mastinas que cuidaron el rebaño y que ahora jubiladas siguen acompañándome en el día a día. Gracias también a los milanos y los buitres que se comieron los cadáveres de las ovejas que murieron y que por supuesto dejé en el campo pese a quien pese, a los zorros que me robaron varios corderos burlando a las mastinas no digo que les esté agradecido pero no les guardo rencor, digamos que es el pago ambiental que tuve que hacer para contribuir así a la biodiversidad y la salud del ecosistema del que al fin dependo. 

A la alimentación de algún lobo también habría contribuido con más gusto que a Hacienda, pero tenemos que convencer a los vecinos de Avila para que no prosigan exterminándolos y se puedan extender hasta Extremadura.

Sobre todo gracias a las Merinas Negras, unas ovejas negras insumisas y resistentes, bonitas y benéficas, un ADN antiquísimo y en riesgo que tuve la suerte de recibir y que he devuelto ampliado y reproducido a la sociedad que me encomendó su cuidado. 

Espero que la persona más joven que yo (y con familia) que se llevo mi rebaño a Cañamero lo cuide bien y aprenda tanto como yo he tenido la suerte de aprender. Alea jacta est

Fernando Llorente Arrebola.

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