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jueves, 18 de septiembre de 2014

Reputación y vergüenza - Dedicado a nuestro primer lector- (2)


Habrán sido un par de semanas, como mucho, el tiempo que tuve que soportar la mirada de reproche de algunos padres, pero supongo que para un chaval de nueve o diez años, inseguro y con tendencia a sobre-estimar sus faltas, ese tiempo habrá resultado mucho más prolongado.

Ese día no tuve mucho tiempo para contrastar mis febriles devaneos, porque al rato teníamos que jugar contra los "Newman´s Boys", como llamábamos con cierta ironía, a los jugadores del Cardenal Newman.

Supongo que el motivo de tanta rivalidad, era que a diferencia de otros clubes,  ambos equipos estaban conformados por alumnos de los respectivos colegios, y sus primeros equipos solían jugar en la primera división.

Los del Newman tenían fama de ser "anglófilos", y los del Champagnat, "nacionales", y eso también acrecentaba la rivalidad, aunque como dice el tango, "...la fama es puro cuento" y al final, todos estábamos enfangados en el mismo lodo, del cambalache político y social argentino.

A esa edad, no tenía la capacidad de relativizar las cosas, y situarlas en su contexto, así que no advertí que las consecuencias de mi falta no tenían el alcance que imaginaba, y que alguno de los que me había mirado con cara de reproche, quizás tenía motivos mucho más graves por los que avergonzarse.

En el año ochenta, estábamos en medio de una sangrienta dictadura, y muchos de los "probos" caballeros que, mientras revolvían letárgicamente  su Campari, deslizaban una mirada de superioridad moral desde el "club house", eran cómplices activos u pasivos, de los miserables que gobernaban el país.

Y como les advertí con anterioridad, las etiquetas eran falsas, porque una gran mayoría de los socios de ambos clubes-debo ser justo y advertir que existieron unas pocas, pero honrosas excepciones-, prohijaban una "ideología de mercachifles", donde los sentimientos patrióticos u "cipayos" , quedaban diluidos dentro de su férrea veneración al "verde billete". Igual que algunos patriotas españoles, ¿no?, como aquel que  trabaja con los que  "presuntamente" le pagaban las mordidas a Jordi Pujol Ferrusola.

Son los mismos que hoy, en una total falta de "auto-conciencia" y de vergüenza, se disfrazan de criollos, patriotas, y tradicionalistas, a la vez que destruyen todo el habitat, la cultura, y la economía, que siempre sostuvo ese mundo.

Otra vez, su única religión, es la del verde billete.

¿ Ustedes se preguntarán, por qué les cuento estas cosas, que refieren a un ambiente tan alejado al de nuestro pueblo, que es el tema sobre el que suelo escribir?

Como soy de una ciudad grande, supongo que en de alguna forma, la vivencia más parecida a un pueblo que he vivido , es la de un club, y que también,  ciertos "patriotas" de ambas orillas, tienen una gran "familiaridad"-"...el billete, el billete, primero el estatus y luego todo lo demás..."-.

Un club es un lugar donde casi todo nos es familiar y cercano, donde ocupamos un lugar y nos sentimos reconocidos, digamos que es una especie de comunidad, que en muchos aspectos es mucho más parecida a un pueblo como Navaluenga, que una ciudad.

La ciudad  es un sitio donde todo es más anónimo, volátil y vertiginoso, donde también llevamos muchas más "vidas paralelas", y donde si  queremos, podemos cambiar de relaciones con mucha más facilidad.

En un pueblo, nuestra fama y nuestros actos -sobre todo nuestras faltas-, permanecen como unas letárgicas y grises nubes, que cada vez que levantamos la cabeza, no parecen haberse movido ni un milímetro de su lugar: ".....vamos Juan, eso ya paso hace treinta años, y tu me repites la misma cantinela como si el tiempo no hubiese pasado...".


En un club, por diversos motivos, las cosas no son exactamente así, pero tienen cierta familiaridad.

Luego de esa infantil torpeza, he cometido otros actos por los que debí avergonzarme, y seguramente cometeré algunos más, pero ese fue el único que pudo perdurar y tener una repercusión, lejanamente similar, a la que se puede vivir en un pueblo.

Es verdad también, que, tengo ganas de volver a retomar cierta forma de escritura, de las que las miserias de la política local me han alejado, y que no quiero perder del todo.

Incluso, como es el caso, para referirme a esas miserias de la política de nuestro pueblo.

Por otra parte, como nuestra única "patria" es la infancia, y de ella, algunas veces añoramos hasta nuestros fallos, tenía ganas de referirme a ella.

Decía, que me referiré a las miserias de nuestra política local, porque en el próximo artículo, abordaré la acusación que de forma muy aventurada le realizó el alcalde a Isidoro,.

En la misma, deslizaba ciertas cuestiones vinculadas al prestigio y la vergüenza, y de la misma manera que su amigo Juan Francisco, mezclaba ciertas cuestiones de índole personal un familiar*, para realizar un vil ataque político.

Justamente él, y justamente contra alguien como Isidoro, que con hidalguía y sin sobre-actuaciones plañideras,, resistió las insinuaciones del alcalde - se acuerda alcalde de aquel pleno-y los ataques directos de su entorno- como ejemplo, Soti Pili , la pertinaz emula de "Belén Estéban", en la terraza de un bar de la plaza-, durante "décadas".


(Continuará).



Gonzalo Quiroga Arzeno.


* A los que no me referiré en su contenido o singularidades, continuando la línea de conducta que me he marcado en este blog.

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