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viernes, 22 de marzo de 2013

Agua


 Las evaluaciones realizadas por la Fundación Nueva Cultura del Agua, han determinado que más del 50% de las aguas españolas están en mal estado, bien por deterioro de su estado ecológico —extracciones excesivas, alteraciones de los cauces, represamiento de aguas, entre otras— o por contaminación química, un problema que se extiende por el mundo y de la que aún se están investigando sus efectos sobre la salud y el medio ambiente.
La aparición de sustancias "contaminantes emergentes" se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza, de momento, de difícil solución. Son los restos de los productos usados en la agricultura (pesticidas, fertilizantes...) y, en los últimos años, medicamentos, plásticos, componentes de artículos de cuidado personal o subproductos de la desinfección de aguas. “Residuos que escapan al control de las depuradoras convencionales y de los que se desconoce su impacto sobre la salud o sus límites tolerables”, advierte Damiá Barceló, director del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA) y subdirector Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
La Comisión Europea prevé vigilar la presencia de fármacos
“No es solo que los fármacos no se lleven al punto limpio y se tiren por el retrete, es que los secreta nuestro organismo”, advierte Eva Hernández, responsable de aguas de WWF. Y cada vez son más, debido al incremento en la toma de medicamentos, en muchos casos de forma innecesaria. “De momento, se encuentran en pequeñas cantidades, es una señal de alarma y ya aparecen en los peces. Es necesario investigarlo y nosotros estamos en ello, buscamos 75 sustancias”, aclara Barceló. En 2006 se identificaron en el Ebro restos de 20 medicamentos, en 2009 le tocó el turno al Llobregat y el Anoia, cauces en los que aparecieron hasta 29 fármacos. Y ya se encuentran en la fauna. Un último estudio realizado por el ICRA en ríos en el Mediterráneo ha detectado en los peces antiinflamatorios como el diclofenaco (base del Voltarén), betabloqueantes (fármacos utilizados para controlar el ritmo cardiaco), drogas empleadas en tratamientos psiquiátricos como la carbomazepina, y el salbutamol, utilizado en procesos asmáticos. Otra investigación del mismo centro ha localizado vestigios de productos utilizados en tratamientos de quimioterapia en el agua de hospitales y depuradoras de Coimbra, Valencia, Girona y Toulouse, que son muy resistentes y tóxicos. “Algo que se podría solucionar tratando de forma correcta las aguas de estos centros”, añade Barceló.

Para leer el artículo completo, pinche aquí:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/03/21/actualidad/1363898529_045059.html

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