En este artículo
la escritora Lucía Etxebarria, desde su experiencia, reflexiona sobre los
recortes llevados a cabo por el gobierno y las graves repercusiones que esto va
a tener, y de hecho ya está teniendo, en la salud de las personas. Quizás por
la parálisis que genera el miedo producido por la crisis, muchos ciudadanos se
retraen de exigir el mantenimiento de lo que tanto nos ha costado conseguir
(sanidad y educación pública y universal), y que apenas tiene 30 años de vida.
"Que no nos engañen" por LUCÍA ETXEBARRIA
(Artículo
de "La Vanguardia")
Sábado por la noche. Me pillé la mano con la puerta de la
cocina (soy muy propensa a los accidentes domésticos: soy sagitario y no
tengo “conciencia de pericuerpo”). Me presenté sola en el hospital de Sant Pau
porque mi compañero se quedaba a cuidar de mi hija. Me pasaron a la sala de
espera. Allí había una niña, venga a llorar. Le pregunté su edad. Tenía 18
años, estudiaba en Barcelona, tenía una otitis. Llevaba dos horas allí. Su
familia estaba en Girona. Yo sé que las otitis duelen muchísimo, he pasado
alguna. Pero creo que también lloraba porque estaba asustada y sola. Me
presenté ante la enfermera. Le dije que por favor le dieran un calmante a esa
chica. Me dijo que como enfermera ella no podía administrar nada sin
autorización del médico. “¿Y dónde está el médico?”. “Ocupado, y aún puede
tardar horas”. Y luego me miró: “Tú eres escritora, ¿no? Escríbelo. Cuenta cómo
está la situación”. Y eso he decidido hacer.
Vamos a aclarar las cosas. No están haciendo recortes en
sanidad porque la cosa esté así de mal, sino porque la sanidad es un gran
negocio, y si se privatiza, al estilo de Estados Unidos, muchos se van a hacer
multimillonarios.
Se podría recortar de muchas otras partidas.
Los toros se subvencionan: las fiestas taurinas nos
cuestan 564 millones al año en subvenciones.
Los clubes de fútbol también, de forma indirecta. Deben 750 millones a Hacienda y 11 millones a la Seguridad Social. De hecho, la UE ya ha propuesto investigar al fútbol español por presuntas ayudas del Estado.
Los clubes de fútbol también, de forma indirecta. Deben 750 millones a Hacienda y 11 millones a la Seguridad Social. De hecho, la UE ya ha propuesto investigar al fútbol español por presuntas ayudas del Estado.
Se podría eliminar los sueldos y pensiones vitalicias y prohibir por ley que los expresidentes cobren de la empresa privada a la vez que disfrutan de su pensión vitalicia: González y Aznar siguen sin renunciar al sueldo de 80.000 € mientras reciben altas retribuciones de Gas Natural y Endesa, por ejemplo.
Se podría prohibir que un político cobre del Estado y de la empresa privada. Acebes cobra del Congreso y de Iberdrola, por ejemplo.
Se podría recortar sueldos de cargos políticos. Si un ciudadano tiene que cotizar 35 años para percibir una jubilación, no veo por qué los diputados lo hacen a los siete, ni por qué no tributan un tercio de su sueldo del IRPF, como hacemos los demás.
Se podría endurecer las penas contra el fraude fiscal. El 72% de este fraude proviene de las grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año, y de la banca. Ahorraríamos 90.000 millones de euros.
Se podría eliminar el concordato con el Vaticano. El ahorro final estaría entre los 6.000 y los 10.000 millones de euros. Jesús predicaba la pobreza, y la Iglesia se debe mantener mediante las aportaciones de los fieles, como ya dijo el propio san Pablo.
Esa niña que lloraba en urgencias podría ser su hija. Peor aún, usted podría padecer leucemia. Y si la padeciera, un seguro privado no le ayudaría, porque los mejores especialistas están en la SeguridadSocial. Lo sé porque se trata de una enfermedad que he vivido de cerca.
Usted que me lee: tome conciencia, por favor.
El fútbol es un negocio. Los toros, una tortura. Los gastos del Congreso, un lujo innecesario. Las pensiones vitalicias, una enorme falta de ética. La fe es una opción.
Pero la salud, la educación y el trabajo son un derecho.
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