La semana pasada pudimos oír
algunos datos que había en el informe del OCDE sobre la economía española.
No recuerdo exactamente lo que
decían, pero en grandes rasgos era lo habitual: que se agravará la crisis y
crecerá el paro primero, y luego – en un futuro lo suficientemente lejano para
que la gente entonces no recordaremos las previsiones erroneas – volverá la
economía a crecer. Que las medidas – los recortes – son dolorosas pero
necesarias, etc.
“La
misma perorata de siempre: más mercado, más libertad para los de arriba, mayor
concentración de capitales y más indiferencia ante la desigualdad, ante la
falta de incentivos para poner en marcha actividades productivas. Y ello, a
pesar de que tenemos mucho más que indicios que demuestran que allí donde se
han impuesto medidas de este tipo, las economías se han deteriorado en mayor
medida.
El fundamentalismo ideológico
de la OCDE no da para mucho más. Ni una sola medida para restaurar la demanda a
gran escala, que es lo que se necesita; ni un solo procedimiento (que no sea el
milagro que venden los ministros) para restaurar con urgencia la financiación a
empresas y consumidores; ni una palabra sobre cómo cambiar la especialización
perversa de nuestra economía; silencio sobre el fraude fiscal, sobre la fuga de
capitales, y sobre el papel de la banca en la crisis...”
Y lo más triste es que a pesar de
esto el grueso de las noticias den la radio, la televisión y la prensa refieren
los datos como algo serio a lo que debemos prestar atención.
¿Cómo es posible eso? ...Pienso a
menudo que para realmente entender el aspecto social de la realidad, habría que
enfocarla tanto desde las disciplinas de la Economía, Historia y Política, como
desde la Ecología – y también desde la Psicología, para entender esta gran
propensión humana a querer o aceptar vivir engañada, haciendo caso a las
mentiras una y otra vez.
(Lena)
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