Hace unos 15 años mi madre, en
una visita a mi casa, plantó unas semillas de clavel chino que había traído de
Suecia. Eran de una variedad bajita, de unos veinte centímetros, de flores
dobles.
Algún año más tarde cogí unas
semillas de otra variedad - más alta, de flores sencillas y de un olor aun
mejor y más fuerte – del jardín de un vecino.
Desde entonces ningún año he
sembrado claveles chinos; todas las que alegran mi actual jardín son
descendientes de esas primeras plantas. Se autosiembran; salen por todos lados,
y son fáciles de trasplantar.
Florecen desde el principio del verano hasta las primeras
heladas del otoño, y no son exigentes en cuanto al suelo o el riego. Atraen
muchas mariposas.
Es interesante también plantarlas asociadas a las hortalizas,
ya que se dice que sus raices exudan alguna sustancia que mata a los nematodos
del suelo (unos gusanitos microscopios que pueden dañar las raíces de las
plantas), y que su olor repele a la mosca blanca.
(Lena)
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