Quizá sea un error estar siempre
juzgando al mirar la realidad.
Pero desde que empecé a
pasearme por el pueblo con la cámara a mano, soy como una bola rodando; no
puedo parar de fijarme en las calles, las casas, los detalles y etiquetarlos
“bello”, “feo”, “me gusta”, “no me gusta”...
Sin embargo, en mi caso creo que
también corresponde a una mayor implicación con el pueblo, un cambio en mi
actitud predominante, que durante muchos años me ha hecho pasar lo menos
posible por la población, asumiendo su fealdad como algo ajeno, para enseguida
volver a la montaña, el río, los prados y los caminos, que son por los que vine
aquí a vivir hace unos 15 años.
Ahora miro y, como he dicho, veo
tanto fealdad como belleza. ...Y también pienso que podría ser mucho más
bonito.
Aparte de las fachadas ciegas,
que mencioné en mi anterior entrada de “Enfocando...”, otro detalle (¡pero
detalle que abunda!) es el lio de cables eléctricos que hay. Como este,
pero lo hay por todos lados. No creo haber visto otro pueblo con tal lío - ¿o
será que no me habré fijado? (que es muy posible que sea así).
Por otro lado, algo que alegra la
vista, e incluso el olfato, son los huertos que todavía quedan dentro del
pueblo. Aquí pongo las fotos de dos de ellos.
Continuará.
(Lena)
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