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martes, 3 de julio de 2012

¡Una patata es una patata!….


“Volver a aprender a ser humanos” (“Presencias Reales”, George Steiner)


Vamos a ver ¡chaval¡, una patata es una patata,   las plantes un martes o un jueves,!vamos!, que yo no sé si no te enteras o estas tonto, ¡pero tonto, tonto¡, ¡vamos que tonto perdido¡,  ¡vamos queeeee!….,
decía al tiempo que se le coloreaba la calva y hacía desternillar de risa a los habituales del bar.

A ver Luis, según Rudolf Steiner y sus estudios sobre la luna, y la energía cósmica, hay días más propicios para plantar…, aparte ya  nuestros antepasados se fijaban en la luna, y la teoría biodinámica en las fuerzas de la naturaleza…,¡ y sí, claro que una patata es una patata¡, pero te sale mejor si respetas el calendario de siembra…¡ahí ya no aguantó más y me soltó su habitual rapapolvo:

¡Ángel¡, ponle por favor una caña a este muchacho, a ver si se le refrescan las ideas, que con tanta “ecogilipollez” se le atascan, es queee., me van a venir a mí con esas, como si yo no supiese cuando enterrar una patata, o sembrar unas judías, ¡vamos¡¡vamos¡,  mira lo que te voy a decir, ¡no me interrumpas, ¡eh!,
¡ escuuuucha¡, escucha,  escucha.., es que si aplicamos eso para todo, por que todos recibimos la energía “esa” que tu dices, ¿no?, o solo las plantas,....¡así que si Paco “jinca” con su mujer un jueves de luna llena, les sale una muchacha espabilada, y si lo hace un sábado, sabadete de luna menguante, les sale un gañan¡, y si mi burra…, !vamos!,!vamos!,  tomate la caña que si noooo…

Como salí del “Nuria” un tanto inquieto y confuso ,  decidí subir a la huerta para airear un poco las ideas. No estaba así por los jocosos y eufóricos reproches de mi amigo, que se hacen en el tono de la habitual y saludable camaradería del bar, y me ayudan a contrastar algunas ideas que a veces, para no fosilizarse, necesitan de un buen “sacudón”. No, no era eso, sino la sensación, de que muchas veces anteponemos frente a las cosas un montón de preconceptos y mediaciones, que nos alejan de “la cosa misma”.

Como verán, he puesto una cita de “otro” Steiner, George – es que papá y mamá Steiner solo procreaban los martes de luna llena, que es una constelación muy fértil…,-, que a su vez toma de un pensador al que no menciona., y me viene muy bien para reflexionar sobre esa necesidad que tenemos muchos de volver a encontrarnos con lo originario, lo esencial o lo “auténtico”*.
 En este caso, me quiero referir a los que venimos de un medio urbano, y traemos en la mochila una serie de lecturas, que son muy válidas, pero conviene, que las dejemos reposar un poco, o como dice mi amiga Lena, que propiciemos un dialogo entre los libros y la experiencia inmediata y palpitante.

Seguramente así lograremos ir descubriendo una mirada más personal y también ir “redescubriéndonos” a nosotros mismos. En ese sentido, la alusión a la “ecogilipollez” que padezco, cobra su sentido; y no lo hace, por supuesto, en relación con las valiosas aportaciones de Masanobu Fukuoka, Rudolph Steiner o “El Flaco” Claret, sino solo en relación con este pobre horticultor.

Justamente ellos, intentaron incentivar y poner el acento en la necesidad de cada uno trace su propio camino.
Ustedes nunca se han preguntado, acerca de los motivos que llevan a tanto “urbanita” a interesarse e intelectualizar tanto, sobre temas tan mundanos como la horticultura o la cocina?; ¡ Pues yo sí¡.
Como mencionaba anteriormente, refleja la muy humana necesidad de volver a “vivir” una experiencia auténtica, real, que no se deje falsear, por  esta modernidad tardía y gastada. Queremos volver a comer un tomate de los de siempre, o a comer aquellos guisos de la abuela, no solo por recuperar su sabor o textura, sino por que nos devuelve a una experiencia originaria, “de verdad”, sin falsas imitaciones. Vivimos en una época donde el nihilismo y la falsedad lo invaden todo, también la cocina y la horticultura, ¿¡cuanto mercachifle y vendedor de espejitos de colores anda  pululando por ahí!?.

Algo que le sorprende mucho a la gente del campo es esa cantidad de lecturas y de “intelectualizaciones”, y de otras  tantas “espiritualizaciones”, sobre el mundo rural y la naturaleza, que traemos los de la ciudad. Éstas, en algunos casos son atinadas, y en otros intentan adaptar la realidad a sus conclusiones previas y rígidas, sin tener en cuenta la diversidad de las experiencias y situaciones a las que nos enfrentamos. Quizás, si  respetamos el sabio consejo de Aristóteles sobre la virtud de la prudencia- el justo término medio, -¡no el tirar por la calle del medio!- la observación, y el sentido común, logremos deshacernos de esas rigideces que a veces nos atenazan.  

En todo caso, para los que siempre vivieron aquí,  una planta de patata es algo tan familiar, “una presencia tan real”, que no necesita de ninguna mediación, solo tienen a atenerse a “su” experiencia particular, y a aplicar los automatismos que han ido desarrollando una generación tras otra. Casi los mismos, que uno de la ciudad tiene al levantar el brazo y llamar a un taxi. Ellos, en muchos casos, ya están “ligados” a la tierra, y nosotros debemos comenzar a “religarnos” con ella.
De alguna forma, y quizás forzando un poco la cita del pensador francés, en ese intento, estamos buscando “volver a aprender ser humanos”, en ese “insustituible” encuentro con lo primordial y originario. Nada de mediaciones protectoras que nos expliquen de que va la cosa como en un manual de instrucciones para el manejo de una lavadora. Las lecturas sobre temas hortícolas o ecológicos son muy importantes, pero no debemos aplicar esos conocimientos como si fuesen una verdad revelada, seguramente el trabajo en la huerta nos irá descubriendo nuevas alternativas.

En fin, cuando llegué al huerto, me senté en una roca* – hay muchas en la parcela-y encendí un purito mientras observaba las cebollas. ¿Saben?, las tengo intercaladas con los tomates, y como la tierra es un poco arenosa, el agua se filtra lo suficiente como para que no se encharquen, y les afecte recibir la misma cantidad que las tomateras..
Ahora, cuando baje, se lo voy a contar a mi amigo Luis, y  también las interesantes reflexiones que leí en un libro de permacultura…   .

Continuará.

Gonzalo Quiroga.

* Fíjense en toda esa publicidad que anuncia un producto “mintiendo” con  eso del “auténtico” sabor a frambuesa, o la lata que anuncia la “auténtica” fabada del norte. Saben que sabemos que mienten, y que “auténticamente” están llenos de emulsionantes, y demás conservantes plagados de química hasta en las cejas. Pero insisten por que saben que nos gusta esa mentirijilla.

* Hay una bella canción de Moreno Palacios –¿ no lo conocen?, estuvo en el top ten de los “40 principales”, de mi pueblo- donde dice algo como “si a los reyes da grandeza el sentarse sobre el trono, puedo también darme el tono a pesar de mi pobreza, y a no agachar la cabeza  de hombre libre y vagabundo, pues hay un sentir profundo que me sirve de consuelo, pues al sentarme sobre el suelo yo me siento sobre el mundo

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