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viernes, 8 de febrero de 2013


En el pueblo hay un loco que por las mañanas suele apostarse en el sector sombreado de la plaza, a la izquierda de la carnicería, detrás de la fuente.

En su tiempo fue un hombre muy sensato y apasionado por la justicia.

Con el tiempo, de tanto denunciar las cosas que le parecían mal y no ser escuchado, comenzó a pensar que se imaginaba cosas, que su realidad era pura fantasía.

Así, se convenció de su locura.

Ahora, discute con sus sombras sobre lo humano y lo divino, mientras que en la parte iluminada de la plaza, los buenos vecinos se dejan alumbrar por la luz que conviene a cada día.



Desde lo alto de un risco, el  ubicuo pastor vigila que nada altere la línea que dibuja con meridiana precisión la frontera entre normalidad y locura.


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2 comentarios:

  1. Que bueno...y quien no se ve reflejado en ese hombre, quien no se ve así con el paso del tiempo...

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  2. Es difícil bordear la línea de sombras.

    Saludos,

    Gonzalo.

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